miércoles, 24 de diciembre de 2008

En un sucio pesebre nació occidente

El día 25 de diciembre es un día especial. Uno puede ser más cristiano o no, puede creer en el Olentzero o Santa Claus más o menos, pero seguro que el día 25 es diferente al resto. Se pueden poner excusas: que si para algunos no tiene significado religioso, que si lo celebran por la familia, pero el caso es que a todos nos gusta recibir algún regalo en esta fecha. Y cada hombre, mujer y niño dedica aunque solo sea un pequeño pensamiento a un pueblo perdido en Oriente: Belén.

Originariamente, en la Navidad se celebraba el nacimiento de un niño llamado Jesús que creó una de las religiones más grandes del mundo: el cristianismo. Y este crío nació en Belén. Si admitimos que, nos guste o no, el cristianismo influye en la gran parte de nuestros comportamientos contemporáneos, este pueblecito cobra gran importancia.

Al fin y al cabo, en un pesebre de una aldea perdida cercana a Jerusalén nació la cultura occidental. Y tendemos a pensar que Belén siguen siendo cuatro casas y pesebres con pastorcillos. Pero erramos. Hoy en día es una ciudad de casi cuarenta mil habitantes en la que conviven musulmanes, judíos y cristianos.

Hasta hace unos años el 60% de la población era cristiana. Hoy solo el 15 % lo es. Esto significa que más de las tres cuartas partes de los conciudadanos del creador del cristianismo pertenecen a otras religiones. No es difícil imaginarse el choque cultural al que debe estar sometido esta población. En muchas más ciudades palestinas conviven las tres religiones pero en esta cobra especial sentido debido al pueblo que es.

Belén no es una ciudad más. Desde pequeños nos hemos criado oyendo hablar de ella y, además, tiene una simbología especial en la mitología cristiana y, por tanto, en las costumbres occidentales. Una cultura, la nuestra, que hunde sus raíces en ciudades míticas como Atenas, Roma y, también, un sucio pesebre de Belén.

Por eso, por muy lejos que quede, a pesar de que nunca la hayamos visto ni sepamos cuantos habitantes tiene, Belén siempre tendrá un hueco en lo más hondo de nuestro ser.

Oier

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