domingo, 18 de enero de 2009

Artículo de opinión: La guerra de Gaza es un cuento chino (o hebreo más bien)

Hace días un amigo me comenta su sorpresa sobre la desmedida actuación israelí en la franja de Gaza. Yo le pregunté por qué se sorprendía si ya conocía la naturaleza represiva del movimiento sionista a lo que contestó que esta incursión no tenía parangón en cuanto al lavado de cara que la ocupación israelí había trasladado al mundo. Desde el Nakba, ninguna acción militar israelí había tenido semejantes proporciones sin una causa “justificable” de cara a la comunidad internacional.

Y es que, esta vez, ni los políticos más conservadores han podido creerse que Hamás es la causante de semejante masacre: Más de 1300 palestinos muertos, varios médicos internacionales heridos, al menos dos conductores de camiones con suministros humanitarios de la ONU asesinados, miles de civiles heridos... Y a día de hoy sólo 10 bajas en el ejército hebreo (algunas por fuego amigo, paradójicamente) y 3 civiles israelís a causa de los cohetes Qassam tirados por Hamas.

En esta ocasión algo ha cambiado.

Fue una reflexión evidente, pero me hizo plantearme varias preguntas. La primera es porque el gobierno de Israel nos trata de subnormales (sin perdón) a diario cuando dice que los civiles no son su objetivo. Dejando a un lado la carnicería que ha montado, ¿como se atreve a no facilitar el uso de los servicios médicos y hospitales cercanos a la franja para los heridos? En las localidades del sur de Israel el número de médicos y el equipamiento disponible es incomparablemente mayor.

He intentado ir leyendo a los diferentes analistas internacionales, incluso a algún sionista que me he encontrado en las páginas de los judíos de la diáspora, y hay un condicionante que me parece destaca sobre todos los demás: la transición dentro de la administración americana.

La elección de Obama como presidente estadounidense y la expectación causada en el pueblo árabe ha conllevado al gobierno israelí una sensación de angustiosa falta de tiempo y de necesidad de acabar cuanto antes un plan que la derecha israelí lleva ejecutando meticulosamente desde el asesinato de Isaac Rabín. Saben que un cambio de gobierno es peligroso y más aún cuando el lobby judío puede perder poder de influencia en los estados unidos.

Otra de mis cuestiones, esta ya sin respuesta, es sobre la actitud de indiferencia de los países árabes colindantes. Sobre este tema se está escribiendo largo y tendido pero al fin y al cabo creo que le llamemos liga árabe o solidaridad entre pueblos, todos preferimos no poner la cara ante una ostia en rostro ajeno. Y es que, vista la alianza entre americanos y hebreos, la fuerza militar resultante hace plantearse muy seriamente las consecuencias de plantear una guerra entre árabes e imperialistas.

La tercera de las preguntas me ha llevado a entender el porqué los palestinos se sienten humillados con los acuerdos de Oslo, continuamente incumplidos por el gobierno de Tel Aviv y que han servido para perder la territorialidad del último reducto de tierra amplio del que disponian: Las tierras de Judea y Samaria, lo que conocemos por Cisjordania. Además, han sufrido la opresión de todas las maneras posibles: Robos de tierras, implatación del muro de la vergüenza, detenciones y asesinatos constantes, nula libertad de movimiento para los civiles, cortes de agua diarios y un largo etctera de vulneraciones varias.

El famoso acuerdo que firmaron Rabín y Arafat fue todo un logro sobre el papel pero ha sido un arma fantástica para que los partidos al frente del gobierno israelí hayan conseguido sus objetivos de la manera más limpia posible. Primero fue el Likud y, actualmente, una escisión de este: Kadima. Ariel Sharon ha estado siempre al frente de ambos partidos hasta que tuvo que abandonar su cargo por motivos de salud pero es tristemente conocido por sus constantes violaciones de la legislación internacional en los territorios palestinos.

El problema es que, ahora, el gobierno de Israel se ha quitado su sucia máscara democrática delante del mundo porque tienen demasiada prisa y estamos contemplando el horror de la única manera que parece ser trascendente: con cientos de muertos de por medio.


Por favor, no llaméis guerra a esto. Llamarlo como queráis pero, una guerra, es otra cosa.

Fran

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